Entrevista a Manuel Blanco Desar, autor de “Una sociedad sin hijos”
ED Libros lanzó el 17 de septiembre “Una sociedad sin hijos”, de Manuel Blanco Desar, economista, politólogo y escritor, que viene estudiando este fenómeno desde hace décadas, tanto en España como en Europa.
Pregunta (P). ¿Existe algún riesgo social por tener menos niños?
Respuesta (R). Conforme envejece la sociedad crecen sus deudas. Con menos niños, crecerá la carga que deberá asumir cada uno de ellos. El caso español es muy preocupante. Debemos más de un billón de euros con cada vez menos niños.
Por eso su carga individual será inasumible. Los que sean listos emigrarán y adoptarán otra nacionalidad para desentenderse de esta deuda y de los compromisos de pago de pensiones. Otro riesgo es que tenemos menos niños que los países de nuestro entorno y eso nos debilita.
(P) ¿Qué causas explican este fenómeno de menor natalidad?
(R) Hay tantas causas como grupos y subgrupos sociales. En este sentido hay un complejo multicausal. Por ejemplo, las parejas con altos ingresos –más de 100.000 euros anuales- no tienen proporcionalmente más hijos que las parejas con 25.000 euros anuales, e incluso tienen menos hijos que ciertos grupos de trabajadores temporales.
Esto debiera ser al revés: los más afortunados debieran compensar con más hijos los que no debieran tener los infortunados. La pobreza infantil en España es escandalosa, en gran medida porque los pobres tienen más hijos de lo que debieran. Desincentivar la infecundidad de los más afortunados es otra forma de redistribuir la riqueza y apuntalar nuestro Estado de bienestar.
(P) No se considera entonces un natalista a ultranza.
(R) En absoluto. Por encima de la sociedad está el bienestar y la felicidad de cada niño. No podemos producir niños como si fuesen coches. Sin embargo, los niños son indispensables para garantizar nuestra cohesión social. Por eso hay que ser muy cuidadosos con las medidas regeneradoras de la fecundidad.
«En nuestra sociedad ya no se discrimina por sexo, sino por tipo de familia y por maternidad»
(P) ¿Cuáles son las medidas para regenerar la fecundidad?
(R)El sufragio infantil. Propongo que las madres puedan votar por sus hijos menores. Esa sería una medida catalizadora sin costes. Las madres son auténticas heroínas, en especial las trabajadoras. Ellas sí padecen la verdadera brecha salarial y, sobre todo, la brecha de promoción profesional y social. Su descapitalización relacional y lucro cesante son atroces.
En nuestra sociedad ya no se discrimina por sexo, sino por renta y por maternidad. La combinación de baja renta y maternidad es demoledora. No hay nada previsto para compensarlas, por ejemplo en el acceso al empleo público.
(P) Suena utópico.
(R) No menos utópico que la abolición de la esclavitud, el voto femenino, la erradicación del servicio militar o el matrimonio homosexual. El progreso lo requiere. España debe ir a la cabeza si quiere salvarse y ser el primer país del mundo en introducir el voto infantil con representación materna.
«Criar un niño en un entorno pobre puede suponer un gasto de hasta la mitad de los ingresos totales»
(P) ¿Y otras soluciones?
(R) Debe haber terapias singulares para todos los grupos y subgrupos sociales. Pero una transversal pasa por la generalización de la renta per cápita familiar para abonar todos los impuestos y acceder a todas las subvenciones. Del mismo modo hay que ser transparente y explicar cuánto cuesta criar adecuadamente un niño hasta que se emancipa. En el libro se ofrece toda una batería de medidas para cada grupo social.
(P) ¿Y cuánto cuesta criar un niño?
(R) A los ricos muy poco, en porcentaje a sus ingresos. A los pobres puede suponerles la mitad de sus ingresos. A las clases medias, alrededor de un tercio de sus ingresos, lo que vendría siendo unos 200.000 euros, considerando la emancipación casi a los 30 años, siempre sin contar el lucro cesante. En muchos países la regla es que un niño implica dejar de poseer un apartamento, o cuatro coches de alta gama o un mullido fondo de pensiones.
Por cierto, el fondo de pensiones en España sólo está al alcance de los que no tienen hijos o solo tienen uno. Por eso digo que hay que ser tonto para tener hijos, pero es indispensable desde la vertiente social. Si el país va mal, tampoco se salvarán los del fondo de pensiones. A lo sucedido con las cajas me remito.
«Hoy en día ser patriota es defender nuestras pensiones y nuestra sanidad pública»
(P) Pero hay exceso de población en el mundo, ¿cómo cuadra en esto la inmigración?
(R) Si nosotros tenemos más hijos también podremos integrar adecuadamente a más jóvenes foráneos. El problema no es la inmigración, sino la desproporción. Luchar contra la inmigración es como luchar contra la marea o contra la ley de la gravedad.
Los jóvenes de los países pobres van a seguir viniendo, porque su número depende fundamentalmente de la fecundidad de esos países. Una medida alternativa sería adoptar masivamente niños huérfanos de esos países.
Por este método la integración es segura y beneficiosa para todos. De modo que los que tienen recursos de sobra deben asumir su responsabilidad en este terreno y adoptar. Debemos ir hacia una sociedad mestiza, pero compatible con los valores ilustrados.
(P) En su libro dice que sin nacimientos no hay nación.
(R) Evidentemente. Sin nacimientos cualquier nación se desnacionaliza, y la desnacionalización pone en peligro la fraternidad cívica, que es el sustrato de instituciones fundamentales como la Seguridad Social. Hoy, ser patriota es defender nuestra Seguridad Social, pensiones y sanidad pública decentes para nuestros ancianos.
Ellos sí contribuyeron demográficamente con sus hijos y lo hicieron en peores condiciones que nosotros. España toda corre este riesgo, pero singularmente nacionalidades como Cataluña, País Vasco, Galicia o Andalucía.
¿Por qué van a pagar los foráneos las pensiones de nuestros padres o las nuestras y dejar sin cobertura a los suyos?
«Cada vez tenemos a más ciudadanos en edad no fértil y nos acercamos a un punto de no retorno»
(P) ¿Y las ayudas para tener niños?
(R) Ojalá tuviésemos los medios de Noruega, pero España es más pobre y está endeudada hasta las cejas. Prometer ayudas como Noruega es engañar a nuestros ciudadanos. No hay recursos suficientes por el momento, y no los habrá en un futuro próximo.
Esa promesa sólo sirve como excusa para no hacer nada y perder el tiempo. Pero a nosotros ya no nos queda tiempo para reaccionar. Cada vez tenemos menos ciudadanos en edad fértil y nos acercamos al punto de no retorno, al punto de la inviabilidad como sociedad cohesionada y fraterna.
(P) ¿Es optimista en cuanto al futuro?
«No sólo necesitamos más niños, sino que los necesitamos mejor formados»
(R) Lo soy si tenemos claridad de ideas, determinación y perseverancia. Ocultar el problema y hacer que se hace algo es el camino al desastre, al colapso social español. La Unión Europea viene advirtiendo desde hace décadas que la fecundidad española es deprimente y la España oficial mira hacia otro lado. Para ella es una verdad incómoda.
Va dando tajadas al Estado social y endeudándose, va haciendo chapuzas. En solo una generación seremos el tercer país más senil del mundo, junto con Corea del Sur y Japón, pero estamos muy lejos de su fuerza industrial e innovadora.
Andalucía, por ejemplo, tiene más universidades que en 1980, pero es campeona europea permanente en fracaso escolar y, consiguientemente, en desempleo, a pesar del reguero de miles de millones de euros transferido por la UE y por el Estado.
Necesitamos más niños y mejor formados para ver con cierta tranquilidad nuestro futuro individual y colectivo. Lo contrario implica seguir con la política de racionamiento perpetuo en pensiones y otras prestaciones sociales, por mucho que se suban los impuestos hasta desfondar la economía productiva.