Las autoridades europeas advierten del riesgo de pasar de joven precario a pensionista pobre. Ese es el mensaje que difunde Lluís Boada en su libro La senectud del capitalismo, un reto a la juventud, en el que desgrana las nuevas formas que aplica el sistema económico.
Asegura Boada que, “mientras el capitalismo envejece, sus formas de explotar se renuevan”. Considera que “esta novísima forma de explotar se pone en marcha cuando el capitalista vinculado a la producción o a la aplicación de estas tecnologías se ‘independiza’ de los trabajadores”. Eso quiere decir que “no los contrata y los deja al margen”. Entonces, esas personas acaban trabajando por su cuenta, y se convierten en “trabajadores no asalariados, con la particularidad asimétrica de que ellos no se independizan de los capitales del sector tecnológico”.
Esa misma idea la acaba de trasladar la comisaria europea de Empleo, Marianne Thyssen, que alerta de que Europa puede “perder una o varias generaciones”.
Con los datos que maneja la Comisión Europea, la población nacida entre 1978 y 1992, ha visto reducida su tasa de actividad en relación con la generación anterior, tiene el doble de posibilidades de quedar atrapada en contratos temporales y sus períodos de cotización y los consecuentes beneficios sociales se ha reducido de manera significativa.
Boada explica esa transformación, pero, al mismo tiempo, sugiere un cambio de mentalidad que produzca una especie de revolución a través de la cual las nuevas generaciones sean conscientes de su propio valor como personas, sin estar tan pendientes del propio sistema de producción. Lo que propone Boada en La Senectud del capitalismo es tener en cuentra otras variables, como el tiempo, el apego a las tradiciones olvidadas o la ayuda al prójimo.