Josep María Font analiza para ED Libros la decadencia de la ciudad de Barcelona, en parte por la entrada del discurso nacionalista
Madrid se despega de Barcelona. Lo hace con cada vez más contundencia sin que la capital catalana, instalada en una dulce decadencia, sepa reaccionar. Así lo analiza el periodista Josep María Martí Font en Barcelona-Madrid: decadencia y auge (ED Libros), una obra que describe la creciente diferencia entre las dos grandes metrópolis españolas.
El libro del autor catalán puede resultar un mal trago para quienes tienen una visión complaciente de Barcelona porque su diagnóstico es que la capital catalana sufre una pérdida de influencia en muchos aspectos. El contraste con Madrid es demoledor, en opinión de Martí Font.
«Mientras Madrid se adueña de la hegemonía cultural y progresa porque tiene un proyecto claro (…), Barcelona —además de haber perdido la batalla por la hegemonía peninsular, no sólo en lo económico y en lo político, sino también en lo cultural— parece haber iniciado uno de esos ciclos de decadencia a los que es tan propensa«, diagnostica el periodista.
Martí Font sitúa en el pujolismo el origen de los males que arrastra Barcelona. “El nacionalismo conservador catalán nunca comprendió que Barcelona debía ser la capital industrial de un país de 50 millones de personas y nunca la capital política de un país de siete”, considera.
La ceguera de una pequeña capital política
Enterrado el pujolismo, las cosas no han mejorado precisamente en el campo nacionalista. ERC, llamada a sustituir a Convergència (y a sus herederos) como la gran formación de referencia en el campo soberanista, también es ajena a la aspiración de una capital industrial española. Ni siquiera que Ernest Maragall sea el hermano del alcalde más reconocido de Barcelona, Pasqual Maragall, es garantía alguna para seguir su legado.
Basta con fijarse en algunas de sus recientes declaraciones. “Queremos que Barcelona sea la punta de lanza del independentismo”, decía Ernest Maragall, en un acto en el barrio barcelonés del Poble Nou en el que reclamó más implicación de la ciudad en el procés.
Durante el evento, Maragall criticó la posición de la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, no por su falta de ambición de ciudad, sino por su “ambigüedad” respecto al soberanismo. “ERC debe ser la fuerza central en Cataluña, la que construya unidad en el pueblo catalán”, clamó el alcaldable de ERC.
El autor refleja el binomio que Cataluña vivió durante décadas: los nacionalistas en la Generalitat, la izquierda en el Ayuntamiento
Martí Font describe en el libro el proceso de «castración» que ha sufrido la Ciudad Condal: “El proyecto de desmantelamiento de la Gran Barcelona como unidad distinta a Cataluña sigue vigente hoy en día”. De hecho, así se desprende de las intenciones de Ernest Maragall de colocar Barcelona como punta de lanza del proyecto rupturista en Barcelona.
El autor resume la idea del nacionalismo conservador de Cataluña con la palabra «hinterland», la tierra soñada. “La Gran Barcelona era un problema de grandes dimensiones para el poder político nacionalista porque rompía completamente su modelo territorial, una unidad política independiente de la Cataluña soñaba”.
Dos visiones del mundo: Pasqual Maragall vs Jordi Pujol
El autor recuerda también la dualidad que Cataluña vivió durante décadas, con Jordi Pujol dominando la Generalitat y Pasqual Maragall tratando de impulsar el Área Metropolitana de Barcelona sin éxito debido al boicot del president.
«Tal vez ahí (en el desmantelamiento del proyecto metropolitano de Maragall) esté el embrión de la decadencia relativa de Barcelona, que seguirá un buen lugar para vivir mientras recorre el largo camino hacia la irrelevancia», reflexiona Martí Font en un libro imprescindible.